¿Qué es la normalidad? La normalidad psicológica es un constructo que dirige y estructura las bases teóricas de la psicología y su práctica; es de algún modo, una de sus columnas vertebrales. A pesar de la trascendencia del concepto, la disciplina no ha dejado claro dónde se encuentra la linea que separa lo normativo de lo anómalo. Por eso motivo, el presente artículo pone la normalidad bajo sospecha e intenta arrojar luz sobre la ficción de lo normativo.
La locura como antagonista de lo normativo
“La locura no se puede encontrar en estado salvaje. No existe sino en una sociedad, ella no existe por fuera de las formas de la sensibilidad que la aíslan y de las formas de repulsión que la excluyen o la capturan.” M. Foucault
Michel Foucault era filósofo, sociólogo, historiador y psicólogo. Su pensamiento es sobretodo una crítica acérrima a las principales instituciones de los estados modernos. Su legado literario posibilita entender los mecanismos de funcionamiento social desde una perspectiva crítica.
La normalidad bajo sospecha
Un constructo anárquico
La normalidad es vertebradora para la psicología. Por este motivo, se podría esperar que las organizaciones oficiales de la psicología dedicaran parte de su trabajo a pensar el concepto y que en consecuencia, los manuales de referencia clínica recogieran una serie de criterios que ayudaran a decretar el estado de normalidad del individuo. Es decir, en qué momento y de qué forma un comportamiento, un pensamiento, una conducta, una emoción, una vida y en definitiva, una persona son normales. Pero ni la Organización Mundial de la Salud (OMS), ni la American Psychological Association (APA), las dos principales instituciones que representan a la disciplina, han considerado importante construir una definición.
Un límite ético
No hace falta realizar un análisis muy profundo de la cuestión para entrever que no se trata de una falta de interés, si no de un límite ético; no es posible establecer una categoría o una definición sobre lo normal sin poner en entredicho cuestiones como la libertad de elección, el libre pensamiento o la subjetividad. Pero volvamos al inicio; la condición de posibilidad de la psicología se encuentra en la medida en que la realidad puede ser interpretada en aras de la normalidad. Es toda una paradoja que sitúa a la doctrina en una situación incómoda.
En psicología no hablamos de normalidad sino de funcionalidad y/o adaptabilidad
Esta disertación nos coloca frente a la pregunta: ¿Qué hace la psicología con esta contradicción? ¿Asumirla? No. Más bien, buscar sinónimos que se ajusten al lenguaje psicológico y que sean objetivables, como los conceptos de funcionalidad y/o adaptabilidad, ejes centrales de la psicología.
Así, es posible afirmar que la disciplina afronta la cuestión buscando eufemismos que ayuden al psicólogo a ser políticamente correcto cuándo se dirige a la sociedad neófita. El problema aquí es que los eufemismos se crean para esconder un asunto sin resolver y por tanto, un malestar; es un pacto cívico que ayuda a los individuos a convivir en un frágil y fingido equilibrio.
La anormalidad como criterio
Sin embargo, la psicología sí ha explicitado cuándo un patrón psicológico no es normal, lo que significa que los criterios oficiales que determinan la anormalidad psicológica, existen.
Cuando un juicio no puede enunciarse en términos de bien y de mal se lo expresa en términos de normal y de anormal. Y cuando se trata de justificar esta última distinción, se hacen consideraciones sobre lo que es bueno o nocivo para el individuo. Son expresiones de un dualismo constitutivo de la conciencia occidental.
Enamorarse de una entelequia de normalidad
Que la anormalidad esté delimitada y la normalidad psicológica, no, origina una disyuntiva que nos lleva inevitablemente a concebir la normalidad de un modo negativo, es decir, por lo que no es y por tanto, a entender el constructo como el estado que se encuentra en oposición a la patología.
Acontece entonces, que lo normal se posiciona como un fin deseable en si mismo, en tanto que es contrario a la enfermedad. Es fácil deducir, llegados a este punto, que el carácter indefinido del término psicológico y la aversión manifiesta que nos suele provocar la enfermedad y en especial, el trastorno mental, hacen de la normalidad una entelequia social. Y como todo espejismo, la normalidad acaba por convertirse en una ensoñación platónica.
Este enamoramiento nos somete y nos obliga a vivir una relación de dependencia inconsciente en relación, valga la redundancia, con la necesidad de llegar a ser, algún día, seres normales.
¿Qué es posible hacer frente a esta realidad?
Potenciar el autoconocimiento es necesario para lograr bienestar. Por ese motivo, en Elevart creemos que acostumbrarse a utilizar el pensamiento crítico es imprescindible para deconstruir los aprendizajes que reproducimos de manera automática y que son fuente de malestar. Asumir de manera acrítica cuestiones con tanta trascendencia social como la normalidad, debe ser revertido a través de un trabajo personal que nos ayude a reducir los prejuicios . Por eso os invitamos a poner la normalidad bajo sospecha y a desmantelar la ficción de lo normativo.
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