Hoy por hoy, en nuestra nueva manera de vivir, surgen preguntas sobre qué tanto necesitamos la naturaleza en nuestras vidas. En ciudades donde el aislamiento parece ser más profundo, viviendo en cajas superpuestas y con espacios públicos que nos entregan muy poco verde, se intensifica esa necesidad y búsqueda por lo natural. Si vives este confinamiento sin naturaleza, hoy reverdeceremos nuestro entorno con unos ejercicios artísticos sencillos.
Ya desde la época de las cavernas, la naturaleza fue fuente de inspiración artística y así ha seguido a lo largo de las distintas corrientes y movimientos. En el Romanticismo la visión nostálgica de la naturaleza nace justamente en las ciudades, como un deseo de volver a ella. Y es que está comprobado que la conexión con la naturaleza, más allá del grado de interacción que podamos tener con ella, nos produce sensaciones de paz, serenidad, atemporalidad y aislamiento del mundo a la vez que conexión con uno mismo, por ende, podría considerarse como una fuente de meditación.
Los espacios verdes, potenciadores de bienestar
Los espacios verdes parecen ser un escaparate y amortiguador de la realidad, sus colores, junto a los azules y pardos, nos entregan una sensación de tranquilidad. Lo mismo pasa con algunos sonidos agradables como el del agua o aromas suaves como el de las flores. Por tanto, el espacio se torna más acogedor, invita a las personas a hacer uso de él, a escaparse de su monotonía cromática y a través de ello, volver a conectarse con eso tan humano y esencial. Intervenciones en espacios públicos ya sea a través del arte, así como la generación de huertos urbanos, entre otros, buscan el reverdecer del entorno, algo que tiene resultados positivos comprobados a nivel psicológico y en la salud física, pero también a escala social reduciendo el vandalismo y violencia en general. Además, cumple un efecto moderador del estrés provocado por situaciones adversas, entorno profesional o ajetreo de la ciudad. Así, la naturaleza tiene un efecto terapéutico aun cuando no somos conscientes de ello, ya que nos devuelven a nuestra propia esencia: la de que somos nosotros mismos naturaleza. (1)
Confinamiento sin naturaleza
¿Qué pasa cuando el confinamiento nos aísla de la única conexión que podíamos tener con lo natural?
“Recordamos antes una tarde en el campo que cientos de tardes frente al televisor”
Si bien no todos cuentan con un jardín al que acudir cuando nos sentimos claustrofóbicos, ni tampoco una terraza para mirar el cielo, siempre podemos recurrir a algo para viajar de alguna manera hacia eso que tanto anhelamos. Por ejemplo, hay quienes observan y cuidan sus plantas como manera de relajación. Aun así, no todos estamos en las mismas condiciones, por eso a continuación te daré algunos ejercicios que te pueden volver a conectar por un momento con la naturaleza y calmar de esta manera tu ansiedad.
Ejercicios artísticos para el confinamiento
1. Bitácora de la biodiversidad que te rodea
En un cuaderno, agenda o lo que tengas, recolecta elementos naturales que puedes encontrar a tu alrededor. Como en estos días no es tan fácil, te daré algunas ideas:
- Si puedes recolectar hojas secas, tierra, palos, etc., hazlo y guárdalos bien.
- Si tienes plantas (a menos que se le haya caído una hoja que puedas guardar) ¡dibújalas! Verás como este ejercicio de observación te devuelve la tranquilidad que necesitas y así mismo, te impresionarás de todo lo que descubres sobre tus plantas que quizás antes no habías visto.
- Si en tu caso no tienes ni exterior ni plantas, una buena idea es ir a la cocina a buscar inspiración. Y no tienes por qué jugar con la comida y desperdiciarla, practica el mismo ejercicio de dibujo y registra todo lo que puedas: una rama de cilantro, un tomate, especias u hojas interesantes. Hasta las cáscaras de frutas o verduras pueden servirte de inspiración y antes de botarlas puedes registrarlas.
- Siempre es bueno observar si hay individuos extraños viviendo en tu casa: busca insectos y observa sus colores, ¡siempre son muy hermosos! Haz collage a partir de ellos. Si no los encontraste, recurre a tu imaginación y crea nuevas especies nunca antes vistas.
2. Paisaje sonoro
Dibuja, pinta, raya, escribe a partir de lo que escuchas a tu alrededor. Estos días de aislamiento, la contaminación acústica ha disminuido considerablemente, por lo que podemos apreciar sonidos que antes parecían imperceptibles. ¡En Barcelona hay pájaros y antes no se escuchaban! Mi compañera de piso ama cantar y un vecino hace deporte sin parar, alguno que otro coche pasa durante el día y los aplausos a las 20 hrs hacen retumbar la calle. Todo esto conforma mi paisaje sonoro, ahora cierra los ojos y escucha el tuyo.
3. Tonalidad del día
Nos encontramos en una época de tránsito: mientras en algunas zonas geográficas pasan de la primavera al verano, otras en cambio, van del otoño al invierno. Esto se ve fuertemente reflejado en la luz y tonalidad del día: hoy esta muy claro y pareciera que el sol colorea todo de un amarillo anaranjado; sin embargo, ayer llovía y el cielo se tiñó de un gris oscuro y apagado. Todos los días son distintos y con este ejercicio mejorarás tu percepción y manera de observar el entorno. Una buena práctica sería hacer esto todos los días e ir viendo los cambios entre un dibujo y otro.
¡Y recuerda disfrutar del proceso tanto como del resultado!
(1) Hueso, K. Naturaleza y bienestar. Somos naturaleza. 1 Edición (2017).